Carlos Rivero Blanco
Durante el tiempo de mi formación profesional como Docente de Biología no obtuve un entrenamiento formal en la profesión del turismo. Pero he viajado y vivido por tiempo en otros países en contacto cercano a otras culturas, he leído mucho sobre la naturaleza allende los mares y he sido Turista de naturaleza, que si no es igual de importante es muy útil, porque como en todo lo que hacemos, en el caso del turismo es la visión de la perspectiva del receptor del servicio turistico, opuesta a la de la prestación del servicio, que igual hay que vivirla para conocerla, trabajarla para poder servirla.
Eso que algunos han llamado turismo endógeno no existe, porque no puedes inventar un atractivo, para que lo disfruten personas cuyas costumbres ignoras, ni puedes atender a turistas cuyas necesidades, intereses y gustos desconoces.
En cierto modo es como el Ying y el Yang de las cosas. Si cocinas para otro, mejor prueba lo que haces a ver si está salado, o dulce, o agrio, y corrígele el toque de sabor a tiempo para poder complacer lo mejor posible el gusto del cliente que se supone has investigado, estudiado y conoces, para poder complacer su paladar como cliente. El fabricante de calzados para damas o caballeros conoce a su clientela y por eso ésta consume los zapatos que produce.
Mi incursión en la actividad turística fue producto del interés suscitado por notar similitud y un cierto paralelismo entre dicha actividad y la de mi actuación como profesor de ecología trabajando con mis alumnos en situación de campo.
A principios de los años ochenta, ayudaba a aprender ecología a futuros maestros en el último año de carrera en la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas y todos los años llevaba a prácticas de campo a cada cohorte a tres o cuatro lugares diferentes para estudiar la ecología en variedad de paisajes.
Íbamos a las selvas, a la costa caribeña, a los llanos y a las montañas y todo esto lo hacíamos con recursos y medios propios, independientemente de la universidad, porque la institución solamente contemplaba como obligatorias las clases presenciales en las aulas y laboratorios del recinto universitario y la idea de salir al campo sólo era iniciativa mía y de los alumnos.
Y todo se resolvió en grupo, unos ponían sus automóviles, otros ponían su esfuerzo organizativo, mientras yo me encargué de la coordinación de las salidas de campo acompañado siempre por mi gran amigo y Profesor de Ciencias de La Tierra de la UCAB, el geógrafo Edgard Díaz Zurita†, y nos íbamos con los alumnos a los parques, aprovechando mis excelentes relaciones con la dirección de Parques Nacionales y los distintos superintendentes amigos, y así aprovechábamos algunos fines de semana fuera del aula, con las manos en la masa geográfica, geológica y ecológica, y durante todo ese tiempo me preguntaba: ¿Pero si esto es tan parecido o mejor que lo que hacen personas que guían turistas en otros países, por qué no puedo yo incursionar en turismo con algunas ganancias en lugar de únicamente gastos?
Ese es el origen de mi incursión en el turismo, y que luego, con base en esas experiencias de primera mano en áreas naturales protegidas, me solicitaron como profesor en la Universidad Francisco de Miranda de la ciudad de Coro, para dictar clases a los alumnos de una Maestría de Planificación del Turismo y la Recreación y otra sobre Acondicionamiento Turístico, donde había dos materias que me interesaba enseñar: "Planificación del turismo y la recreación en áreas naturales protegidas" y "El acondicionamiento turístico y recreativo de áreas naturales protegidas" La primera era orientada hacia planificadores y administradores y la segunda era más orientada hacia arquitectos e ingenieros, pero lo interesante y más enriquecedor era que realmente asistían personas que tenían incluso otras profesiones, como docencia, ciencias sociales, geografía o leyes y fue muy provechoso el haber trabajado dos años con ese sistema un poco los "inicios" o "pininos" de lo que uno hoy día conoce como "educación a distancia" para lo cual los docentes preparábamos el material de referencia reproduciendo trabajos publicados para su lectura y estudio, que más o menos llegaba a constituir el volumen y el peso de una resma de papel Bond tamaño carta y ese fajo de información selecta se enviaba por correo al alumno, quien tendría dos meses para leer el material y cumplir con las instrucciones que se le daban sobre su estudio y sobre el trabajo que debía presentar durante la semana presencial para aprobar el curso.
Al cabo de los dos meses de estudio en casa, una vez preparados todos y durante esa semana presencial nos reuníamos alumnos y docentes en un aula en una ciudad como en Coro o Caracas, para asentar los conocimientos teóricos y desde donde podíamos visitar áreas naturales cercanas en las que pudiésemos investigar y practicar en situación de campo algún problema específico.
Comenzando la semana presencial, el procedimiento era el siguiente: durante el sábado en la mañana y el domingo, se impartían una inducción y la introducción formal teórica a la materia. El lunes íbamos al campo para familiarizarnos con el sitio de trabajo, la situación y la problemática. Allí, inmediatamente comenzábamos a definir la metodología y planeábamos el trabajo de campo y al definir qué hacer, dónde y cómo, regresábamos a la ciudad para planear un esquema de desarrollo del trabajo, programar las actividades y buscar información en las bibliotecas y organismos públicos.
De martes a jueves hacían su trabajo de gabinete alternándolo con algún que otro chequeo de campo y el viernes, a los cinco días, se presentaba su proyecto y así culminaba la semana presencial, no sin antes convenir en finiquitar en casa y enviar el trabajo final para su evaluación. Durante el curso de planificación, se discutió la creación de una posible figura jurídica para el sitio de Monte Cano, una zona prominente formada por colinas pequeñas ubicada en el centro de la Península de Paraguaná y tomando en cuenta las características físico-naturales de la zona se realizó una propuesta considerando la posibilidad de crear una "Reserva Biológica".
A partir de mi experiencia con los estudiantes de ecología de la UCAB al inicio de la década de los 80 comencé a planificar operaciones de guiatura de grupos en selva porque Edgard Yerena, mi tesista de Biología de la USB, me facilitó el contacto con Novel Tours, una compañía naviera que atendía turismo de cruceros a puertos del Caribe desde Caracas, y me acerqué a ellos y acordamos trabajar en un programa de excursiones y para ello diseñé un producto que consistía en una excursión guiada a la selva nubosa de Rancho Grande, un lugar con muy buena fama porque allí había estado trabajando el Dr. William Beebe, de la Sociedad Zoológica de Nueva York con su equipo de investigadores en los años cuarenta y creó un modesto centro de investigación en las instalaciones todavía inconclusas del hotel, habilitadas como laboratorios y oficinas durante un par de años. Esos espacios luego se convirtieron en la "Estación Biológica de Rancho Grande" que por muchos años fue un centro de estudios de la selva nubosa. Allí Beebe escribió su famoso libro “High Jungle” inspirándose en esas selvas nubosas de la cordillera de la costa de Venezuela, ubicadas al Norte de la ciudad de Maracay.
Ahora bien, ese edificio estrambótico y a medio construir, en medio de la selva siempre se ha mantenido como una edificación fantasmagórica y abandonada, una estructura de concreto sin terminar encajada en plena selva, y que durante unos años fue ocupada por científicos y exhibiciones museográficas de flora y fauna, que actualmente continúa estando dentro del parque nacional, y que ha sido casi totalmente abandonada durante los últimos años excepto por los investigadores de la Facultad de Agronomía.
Rancho Grande llegó a existir porque durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, el dictador había planeado construir allí un hotel de montaña para hacer una parada en clima fresco de montaña a 1150 msnm en mitad del viaje entre la ciudad de Maracay, ubicada en el valle interior a 450 m de altura y el puerto de Turiamo en la costa Caribe para poder realizar un transbordo de turismo de cruceros que llegaría a dicho puerto, pero eso no prosperó porque en diciembre de 1935 Gómez murió y se pararon los proyectos y la construcción quedó abandonada totalmente y sin terminar. No fue sino hasta mediados de los años 40 cuando William Beebe pudo venir a Venezuela a instancias de William H. Phelps el ornitólogo dueño de la Colección Phelps de aves de Venezuela y miembro prominente de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y lo instalaron con su equipo de investigadores, improvisando algunos espacios en el edificio del inconcluso hotel.
El asunto es que quien esto escribe conoce Rancho Grande desde muy joven pues como a los 8 años fui por primera vez a acampar con mi tío Marcel Antonorsi y mis primos en ese parque y realmente ha sido muy interesante para mí, pues es un sitio atractivo donde vale la pena ir a disfrutar de la naturaleza, además de que posee un clima especialmente fresco de montaña, que se parece mucho al clima de Monteverde en Costa Rica. Es lo que más parecido y comparable que conozco, sólo que sin el desarrollo y el poblamiento que ha ocurrido en Monteverde. Ahora bien, ese poco desarrollo desde un principio lo presenta como un lugar abandonado medio fantasmagórico con una serie de estructuras construidas sin terminar en medio de la selva y contrastando con el verdor de la densa cobertura vegetal, lo cual le confiere una personalidad muy especial y revela la fascinante historia del lugar.
Es entonces cuando nace la historia de Rancho Grande como un sitio de investigación de selva nubosa, un lugar que ha prosperado y también languidecido en un va y ven en cuanto a la actividad de investigación biológica, porque los gobiernos no siempre acompañan con la seriedad requerida ese tipo de desarrollos. Pero ahí está todavía, casi totalmente abandonado desde hace 20 años porque al gobierno actual de Venezuela no le place en absoluto, ni le interesa, ni se ocupa de buenas maneras de los parques nacionales o de proyectos científicos en ellos. Creo que consideran esos recursos como un estorbo, incluso ven a los parques como una idea que representa al capitalismo, o como una obra del periodo democrático de los cuarenta años previos 1958-1998 de la historia política de Venezuela que hay que borrar del mapa, o algo que es solamente para el disfrute de una élite y resulta que el actual régimen es un gobierno elitesco que ha resultado ser totalmente lo contrario a lo que prometieron sus promotores, cuando se vendieron a su electorado. Pero no importa, nosotros seguiremos siempre adelante con las áreas protegidas porque las áreas naturales protegidas trascienden los periodos políticos y a quienes perturban al país desde el poder.
Visitar aquello fue realmente educativo desde punto de vista de la interpretación ambiental porque Ciro Caraballo, uno de los primeros alumnos que llevé al lugar en 1987, un joven arquitecto que había hecho su tesis de Maestría sobre Historia de la Arquitectura, estudiando el periodo, Gomecista, un periodo de desarrollo arquitectónico muy particular, signado por la célebre "Exposición de Artes Decorativas e Industrias Modernas de París" de 1925, y porque durante ese periodo en Venezuela, por añadidura, se popularizó el estilo Art Deco y el Hotel de Rancho Grande era una de las obras diseñadas bajo el estilo Art Deco de la época, de modo que eso lo tomó como un reto para su tesis y procuró y trabajó con todos los planos y la información que consiguió del ministerio de obra públicas, pero nunca fué al sitio de Rancho Grande porque pensó que la obra nunca se había construido y que nada existía, excepto el lugar. Pero cuando durante las prácticas de campo de mi materia sobre acondicionamiento turístico de áreas naturales protegidas, de la UNEFM fuimos al lugar, Ciro quedó asombrado e impactado y en extremo contento al descubrir que el enorme edificio cuyos detalles de diseño estructural conocía a la perfección sólo por las descripciones y los planos, pero el cual creyó que no existía más allá que en el proyecto, permanecía escondido en la selva esperando estoicamente por su visita.
Por esa razón, le invité a presentar una charla en mi próximo curso de interpretación para la formación de los guías de turismo de CRB Nature Tours en Rancho Grande, y entonces fue cuando Ciro hizo para todos la interpretación de las instalaciones de ese edificio y del proyecto del hotel que todavía estaba en pie y, guiados por él, aquella noche oscura -pero reveladora- todos recorrimos los pasillos y espacios de ese original "sendero de interpretación" que escondían y al tiempo mostraban las entrañas del edificio, y eso fue realmente impactante para él, para mí y para todos, porque por primera vez el sitio de rancho grande, además de abundar en temas de interpretación sobre selva y naturaleza, esa noche nos reveló que también contenía historia y cultura que contar, con abundancia e infinidad de detalles curiosos.
Para completar nuestra fantasmagórica experiencia nocturna, y cerrar con broche de oro, Rafael Lairet, uno de mis colegas, y entrañables amigos de juventud, un geógrafo con extraordinarios y agudos conocimientos de astronomía, nos interpretó las constelaciones que adornaban la cúpula celeste sobre el parque Henri Pittier, proyectando como preámbulo, impresionantes diapositivas y luego observándolas en la realidad del tiempo y el espacio, usando un telescopio catadióptrico, pretendiendo con ello sólo acercarnos unos metros más, porque esas estrellas y constelaciones también por siempre han sido patrimonio natural del parque!
Ese taller de campo era para formar mis guías de turismo y poder atender apropiadamente los turistas que vendrían en los cruceros y de ahí adelante hicimos dos talleres de formación más para un total de tres eventos, durante los primeros tres años. Mi plan era formar un guía bien redondeado, que supiese "de todo" sobre aquel lugar y eso lo construimos con los conocimientos e ideas que cada uno de los especialistas participantes aportaba. El plantel de aspirantes estaba conformado por geólogos, geógrafos, biólogos, arquitectos, veterinarios y agrónomos.
Siempre eran estudiantes o profesionales del ramo asociado a la Universidad central de Venezuela que tiene su sede regional en Maracay muy cerca a la entrada del parque, parte del campus universitario donde residen la facultad de agronomía y la facultad de ciencias veterinarias de modo que contaba con un excelente material humano de inicio con muy buena formación, muy diferente y superior a la del guía de turismo que normalmente autorizaba la corporación de venezolana turismo sin entrenamiento específico en ciencias naturales, al cual, por tanto, se le hace muy difícil hablar de naturaleza con propiedad al carecer de un basamento profesional de conocimientos y el guía de turismo que se necesitaba para la selva, obviamente debía estar metido de lleno en alguna carrera que tuviese relación directa con el tema profesional de su formación, ya que eso lo hace mucho más sólido y tiene muchas más cosas de qué hablar o tiene mucho más respuestas sensatas que ofrecer cuando los turistas, que habiendo venido de otras partes del mundo, le hacen preguntas y esperan una atención de calidad.
Sobre todo antes que saber de todo, es más importante tener un entrenamiento en metodología de la investigación y el convencimiento de que nunca lo sabremos todo y por tanto no estamos obligados a contestar algo que no sabemos y podemos honestamente reconocer que ignoramos y que es perfectamente válido no conocer algo, y que como investigadores podemos prometer indagar más para tratar de encontrar la verdad, evitando decir una mentira "piadosa" sólo para intentar "quedar bien".
Conozco muchos ejemplos y anécdotas sobre ese particular porque cuando uno vive esos momentos, entonces queda uno realmente colmado de información y experiencias obtenidas en situación de campo.
Ese es el origen de mi incursión en la formación de los guías de turismo y que luego, con base en esas experiencias me solicitaron como profesor en la Universidad Francisco de Miranda de la ciudad de Coro, para la Maestría de "Planificación del Turismo y la Recreación" y la que versaba sobre "Acondicionamiento Turístico", para la cuales pude diseñar y dictar dos materias: una, sobre la planificación del turismo y la recreación en áreas naturales protegidas y la otra, sobre el acondicionamiento turístico y recreativo de áreas naturales protegidas. La primera era más para planificadores y administradores y la segunda era más para el arquitecto en sí, pero realmente asistían estudiantes que provenían incluso de otras profesiones, como docencia, y leyes y fue muy provechoso el haber trabajado dos años con ese sistema los inicios de lo que hoy día conocemos como "educación a distancia" pues la metodología se basaba en que los profesores preparábamos una colección de referencias y trabajos publicados sobre el tema, para su lectura y estudio, equivalente en volumen de una resma de papel Bond tamaño carta y, ese fajo de información densa y selecta, se enviaba por correo al alumno, quién disponía de dos meses para estudiar el material y cumplir con las instrucciones que se le daban sobre el trabajo que debía elaborar y entregar durante la semana presencial al final del curso.
Durante esa semana presencial íbamos de campo a trabajar en algún problema específico en alguna ciudad como en coro, por ejemplo, o en Caracas, desde donde podíamos ir a los parques y a las áreas naturales cercanas en las que pudiésemos trabajar.
El procedimiento era así: durante el sábado en la mañana y el domingo, se les daba una inducción y una introducción formal teórica a la materia y el lunes se iba al campo y se familiarizaban con la situación y la problemática del sitio escogido para la práctica, y luego discutíamos la metodología y planeábamos el trabajo de campo y al saber qué hacer, cómo y dónde, regresábamos a la ciudad a comenzar a buscar información en las bibliotecas y organismos públicos. De martes a jueves hacían su trabajo de gabinete alternándolo con algún otro chequeo de campo, y el viernes, a los siete días presentaban su proyecto y así culminaba cada curso.
Años más tarde, a finales de 2001, tuve la suerte de viajar a Costa Rica para ayudar a impartir un curso de interpretación ambiental en la Universidad para la Paz, UPAZ, con mi maestro Gerardo Budowski, y aproveché de visitar y conocer a Eduard Müller Castro, rector de la Universidad para la Cooperación Internacional, UCI y Andrea Ballestero, antropóloga, directora en ese entonces de la Escuela Latinoamericana de Áreas Protegidas, ELAP, de la UCI, y debido a esos contactos y mis experiencias personales de estudios de ecología de campo con la Organización de Estudios Tropicales, por toda Costa Rica, además de lo aprendido con las manos en la masa, cuando diseñé, produje y conduje viajes de turismo regional estudiantil para la Escuela Campo Alegre y el Colegio Internacional de Caracas y luego mediante la operación de turismo de naturaleza como excursiones para visitantes que llegan en cruceros al puerto de la guaira con Novel Tours, además de las diseñadas para turistas de Candes Turismo, que ya estaban alojados en Hoteles de Caracas, desde 2002 estoy acompañando a la Maestría de Turismo Sostenible con mi curso de "Patrimonio Natural y Turismo", hasta que el año pasado añadimos dos cursos nuevos: "Tecnologías de información y comunicación en la gestión de los parques" y "Uso público de las áreas naturales protegidas"
En resumidas cuentas estamos haciendo lo posible por aprender sobre la naturaleza, la recreación, las áreas protegidas, el manejo de recursos, la conservación ambiental y el turismo, articulando todo eso en una actividad enriquecida por la participación de gente con diversas experiencias personales, relacionadas con el medio, con la historia, con la antropología, con la arqueología, con la geología, con la evolución, con las tecnologías y con tantas otras cosas y temas que son siempre objeto de interés de turistas y de profesionales del ramo.
Ese fructífero camino recorrido por quien escribe, en la compañía de muchas personas sensibles y conocedoras del medio natural, es el que desde hace tiempo ha permitido acercarme para conocer algo de las verdades relativas de la naturaleza. A todas ellas mi profundo agradecimiento.
No quisiera terminar este relato sin agradecer a mis alumnos de Ecología de la UCAB, en especial al profesor Manuel Gómez Ávila y a mi colega y compañero de salidas de campo Geogr. Edgard Díaz Zurita† A mi ex alumno Biol. USB, Edgard Yerena, quien me acercó al turismo de Cruceros, a José Rovelli de Novel Tours, a Richard Falsone† de Candes Turismo, dueños de las dos compañías de Turismo con las que trabajamos; a los Ingenieros José Rafael García† y José Ramón Orta†, inolvidables conductores de la Dirección General Sectorial de Parques Nacionales; al Ing. Agr. Alberto Fernandez, de la "Estación Biólógica de Rancho Grande, Alberto Fernandez Yépez", a mis eficientes logísticos, el Med. Vet. Ernesto Fernández† y su esposa Fenix Trómpiz de Fernández†; al muy recordado amigo acompañante de aleccionadoras caminatas boscosas, el biólogo Británico Andy Field†, inolvidable abogado y guardián de las Girantheras de la selva y constructor del sendero de interpretación el cual fue postreramente bautizado con su nombre; a los Guardaparques del Parque Nacional Henri Pittier y a mi querido profesor Ernesto Foldats†, el más curtido y políglota guía de ecoturismo que he conocido. Cómo pueden ver, todo un nutrido y diverso grupo de estudiantes, investigadores, funcionarios, guías de Naturaleza y gente de Turismo que nos apoyó antes y durante diez años de actividad turística de excursiones de Cruceros de CRB Nature Tours hacia la selva de Rancho Grande.
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ResponderEliminarPor Facebook recibí un saludo y un comentario de Ciro Caraballo sobre sus impresiones cuando fue con mi curso de acondicionamiento al P. N. Henri Pittier a finales de los 80: Carlos, que importante es dejar testimonios de esa construcción conjunta que se hizo desde varias disciplinas... Me acuerdo del episodio de encontrarme con el Hotel obra del ing. frances André Potel.
ResponderEliminarIgual de impresionante fue que, en uno de los recorridos de la ladera encontré el único ejemplar de Casuarina o "pino australiano" sobreviviente de la reforestación que se hizo sobre 8.5 ha, con 12.200 Casuarinas, para "mejorar" el paisaje de montaña que acompañaría el hotel.
Que interesante artículo Carlos, lo disfruté mucho. Saludos y un gran abrazo desde Argentina
ResponderEliminarEs en extremo enriquecedor y maravilloso leer su relato lleno de experiencias autenticas y fascinantes de su desarrollo en la formacion de guias para senderos y su amor por la naturaleza
ResponderEliminarAmiga Lucy, cuando se hacen cosas hay cosas que contar.
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