Las cercas,
cualquiera sea su condición o composición material, se originan en la necesidad
de marcar y defender los límites del territorio, igual que lo hacen otras
especies de animales, el Ser humano las usa para negar, impedir u obstruir el
paso a otros individuos de la especie al espacio que se considera propiedad del
individuo o del grupo familiar o tribal y, a la exclusión de especies no
deseadas que pudieran ser potencialmente nocivas o peligrosas para sus cultivos
o su propiedad.
La evolución de
las cercas ha dependido de la cohesión y estructura social además de la forma
de relación de los grupos sociales en cuanto a la manera y costumbres de
trabajar el territorio para cazar, recolectar o producir alimentos y otros
bienes de consumo. Hay muy diversas formas de marcar y defender un territorio.
Algunos animales como los perros marcan su territorio con la orina. Los venados
poseen una glándula en la cara, cerca del ojo, como un pliegue de piel en cuyo
fondo se produce un almizcle que es usado para marcar con ese olor su
territorio. Lo hacen rascándose el fondo de la glándula con una ramita de algún
arbusto del lugar.
Otros animales
adoptan posturas y comportamientos considerados -en cierto modo- desafiantes
para advertir a otro miembro de la especie sobre la posesión de su territorio.
Hay siempre en esto mucho de valor en juego, porque por definición, el
territorio es un área donde el individuo, o su familia, o su clan, disfrutan de
espacio para producir, obtener o cazar su alimento, donde tienen acceso seguro
al agua y donde encuentran refugio mediante elementos como cuevas, nidos, retiros,
u otros medios que les proveen seguridad y defensa, y que pueden utilizar para controlar
y mantener el territorio.
Sea
individualmente, o como grupo familiar, o en alguna otra forma de asociación
con otros de sus semejantes, el ser humano durante su evolución como especie,
ha podido mantenerse con acceso a los recursos como espacio, alimento, agua y
refugio, bien sea en espacios reducidos como
cuevas, o recorriendo y utilizando grandes extensiones de tierra como
los pueblos nómades, o como los cazadores o ganaderos trashumantes, moviéndose
constantemente y siguiendo el paso de grandes manadas de animales que se mueven
por las praderas y llanuras, de acuerdo a los cambios de las estaciones del
clima en función de la latitud geográfica, o con estaciones de lluvias y sequías alternas con los cambios de
humedad del suelo y del verdor y la frescura del pasto con los nuevos brotes
avivados por las lluvias.
En el llano
venezolano, la ganadería extensiva trashumante siempre fue la manera clásica
original de conducir el negocio de la ganadería, debido al ciclo anual de
alternancia de los periodos de la lluvia y la sequía, provocando que la sabana
reverdeciera gradualmente según se estaba mas bajo o más alto en el nivel de
inundaciones en el gradiente altitudinal del bajo al alto llano. Aun con el
movimiento del cultivo extensivo sin cercas, el ganado no se perdía debido a
que estaba marcado con hierros. Con el tiempo, la vida en el llano se complicó
y el ganado tuvo que ser protegido del abigeato mediante cercas y entonces hubo
que moverlo a lugares con pasto verde en camiones o arreándolo por las carreteras.
En todo caso, dependiendo
del lugar, ese territorio que contiene o produce los recursos que consideramos
propios y nos toca defender, queda reducido a la mínima expresión de la
propiedad del grupo familiar a partir de cuando el desarrollo de la agricultura
brindó la posibilidad de cultivar en el mismo sitio durante largos periodos.
A partir de entonces,
poco a poco se integeraron asentamientos en los cuales comenzó a tomar forma y
necesidad el establecimiento de cercas, para delimitar la propiedad y aislarla de
la de los vecinos e impedir que extraños penetrasen o invadiesen y también para
mantener excluidos aquellos animales
indeseables que con su pisada podían arruinar un cultivo o incluso comerse lo
plantado, así como también mantener a raya a depredadores de suyo indeseables.
En todo caso las
cercas han sido instrumentos básicamente utilizados para la delimitación y la
exclusión como parte de las distintas maneras de defender la propiedad en el
devenir de los asentamientos humanos.
Según el servicio
ecosistémico que prestan, y la variedad o el tipo de plantas que las componen,
las cercas vivas pueden clasificarse como forrajeras, de leña, maderables,
aboneras, frutales, de fibra, mixta, multipropósito, separación de cultivos, cercas
vivas rompe-vientos, seguridad, paisajísticas u ornamentales, de conservación
de la biodiversidad, o para la conservación de suelos, etc.
En el caso
específico de la Reserva ecológica Guáquira, estamos muy orgullosos de nuestra
cercas vivas, pues desde 2009 contamos con un estudio preliminar de la variedad
de las cercas vivas de la Hacienda Guáquira, realizado por el Ingeniero de
Recursos Delvis Romero Ríos quien desde entonces se unió al equipo para
trabajar por la conservación del ambiente de este importante proyecto de
conservación ambiental.
Lo más
importante es comprender que los distintos tipos de cercas vivas que existen
están compuestas por especies de plantas que se originan en bosques o selvas vecinas
y nos demuestran que la selva nos provee de servicios ecosistémicos que hemos
de descubrir, investigar y aprender a utilizar para beneficio de la humanidad,
sin que se por ello se extingan. El fomento de las cercas vivas es una garantía
de salvación y de conservación ambiental para esas especies de plantas y para
muchas especies de animales que las habitan o transitan.
Y esto último
es un tanto paradójico cuando hablamos de cercas vivas que separan y aíslan
espacios, pues si bien son barreras que
se usan para evitar el paso o simplemente romper la continuidad entre potreros
o campos de cultivo, otro de los servicios ecosistémicos que dichas cercas
vivas producen y proveen es la “continuidad selvática estructural” que como es
lógico entender es un servicio de conservación, para minimizar un tanto el
aislamiento de las manchas de vegetación selvática, separadas entre sí por los
campos abiertos de cultivos o pasturas, pero sin embargo unidas por las cercas
vivas.
Las cercas
vivas dotan de continuidad espacial y ambiental a la fauna que a la sombra de
esos “caminos arbolados” se desplaza uniendo selvas, y que de noche sirven de
dormideros a muchas aves, o que permiten la existencia de condiciones para
construir nidos o servir de refugio temporal a los mamíferos, las aves, los
reptiles, los anfibios o los insectos y otros animales del bosque en sus
desplazamientos furtivos, siempre conectando selvas.
CRB
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