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Velociraptores trifíbios

Carlos Rivero Blanco

En los estudios geológicos que hicieron los especialistas Bellizia, Rodríguez y Zambrano sobre la geología del Estado Yaracuy, los autores estudian y describen, la prominente elevación del cerro zapatero que conforma la mayor parte de la Reserva Ecológica Guáquira, y establecen que esta montaña es parte estructural de la Fase Nirgua, ubicada en la porción más occidental de la Cordillera de la Costa.

 Las rocas que conforman la cordillera de la costa tienen un origen Jurásico-Cretácico que se calcula entre 200 y 150 millones de años, y que comenzaron a emerger a finales del Cretácico hace más o menos 70 millones de años atrás. Durante ese tiempo los sedimentos que decantaron en el fondo de un área marina al norte de la placa de sur américa y al oeste de la zona  subsahariana del Africa occidental conformaron el fondo marino de la región.

Es decir entre 200 y 70 millones de años atrás en esta zona sólo había un fondo marino y no había tierras emergidas todavía. Sólo ocurría el proceso sedimentario que formaba las rocas del fondo marino que con el tiempo emergieron y hoy día son cumbres montañosas de roca metamorfizada. 

Hacia unos 70 millones de años atrás, ese fondo marino comienza a emerger en parte como producto del desplazamiento continental hacia el oeste y la separación de Suramérica de la placa africana y el movimiento tectónico mediante el cual la placa del Caribe comienza a hacer contacto con el borde de la placa de Suramérica y empieza así, mediante ese desplazamiento, a ocurrir una fuerte fricción que comienza a generar fracturas y plegamientos en esos sedimentos cretácicos  para ir elevando lentamente la cordillera durante los últimos 70 millones de años. Es así, cómo en actualidad queda conformada la Cordillera de la Costa tal cual la conocemos. Claro que ese proceso de levantamiento continúa hoy día, pues las fuerzas de fricción entre las placas continúa a lo largo de la falla de Boconó y la falla de El Pilar.

Durante todo este proceso y sobretodo durante el tiempo en que estuvieron conformándose los sedimentos Cretácicos que dan origen a las rocas que hoy día vemos en estas montañas, paralelamente estaban ocurriendo procesos biológicos evolutivos muy importantes que conocemos como la era de los grandes saurios, que justamente termina hace unos 60 millones de años con su extinción, no sin antes crear todo esa revolución ecológica en cuanto al desarrollo  de una gran diversidad de especies de reptiles que conocemos con el nombre genérico de dinosaurios.

 Cuando pienso en esto me viene a la mente un pequeño libro muy ilustrativo sobre el desarrollo del conocimiento de los dinosaurios, titulado “The day of the dinosaur” escrito por Lion de Camp y su esposa Catherine, publicado en 1968 por Doubleday & Company, Inc.

Lion era un experto escritor de ciencia-ficción y produjo un interesante y muy gráfico capítulo inicial en el cual nos invita a viajar en una especie de cápsula del tiempo hacia el pasado y, junto con él, a ser testigos de lo que ocurre en las orillas de una Laguna costera de esa costa marina en la cual transcurren escenas imaginarias de un día cualquiera en la vida diaria de algunos saurios comunes en ese paisaje mesozóico.

La narración se inicia con el despertar de un nuevo día y la aparición de la tenue luz solar imponiéndose poco a poco ante la débil luz de las estrellas y luceros titilantes que se apagan en la penumbra de la noche que acababa de transcurrir. 

 A medida que aclara se nota en el horizonte un movimiento menudo y vibrante, una nube difusa en movimiento, o lo que parece ser una bandada de aves marinas que vuelan en dirección a tierra. Poco a poco se ven un poco más grandes pero se nota que están recorriendo la superficie de la laguna costera a muy baja altura, casi a ras del agua, con la intención de pescar de los cardúmenes superficiales como la anchoveta o la camiguana, un tanto como hemos visto que hacen las tijeretas de mar en el Caribe. De hecho, pescar sus presas es lo que precisamente hacen, pero a medida que se acercan, puede observarse que sus largos y agudos picos no son de aves verdaderas como los de las tijeretas, pues muestran en sus fauces gran cantidad de pequeños colmillos con los que aseguran la presa cuando pescan,  y que las alas largas tampoco son iguales a las de las tijeretas de mar sino -antes bien- formadas por un solo delgado y largo dedo en el que se extiende una delgada membrana de piel.  Ésas “alas” lucen casi desnudas y provistas de escasas plumas que, en cambio, sí parecen más evidentes al final de las colas, que no son bífidas como las de las tijeretas, pero igualmente conforman un timón que ayuda a orientar la dirección del vuelo. 

 Unos instantes más tarde escrutando en más detalle el horizonte y la barra de la laguna, se observa que uno de los troncos de árboles que yacen caídos en la arena comenzó moverse desplegando cuatro patas, una muy pesada cola y entreabriendo unas fauces dotadas de abundantes y filosos colmillos de "cocodrilo" sorprendiéndonos con que se trataba, precisamente, de un inmenso cocodrilo y no de un tronco de árbol Seco. En medio de la poca luz que había, esos grandes saurios siempre pasarían por troncos de árboles inmóviles a la vista de personas no conocedoras del lugar, ni de esa fauna mesozóica.  El enorme animal caminó apenas unos metros y volvió a echarse y dejar de moverse, imaginamos que sólo cambiaba de lugar para poder aprovechar mejor la luz del sol en el horizonte, que ya se hacía más intensa y debía calentar el cuerpo. Máximo ahorro de energía, mínimo esfuerzo, vida fácil, vida de cocodrilo,… piel de cartera.

Oteando hacia la derecha, observamos que de entre una sólida pared verde de silueta aserrada propia de un bosque de coníferas salieron dos grandes saurópodos, que con sus voluminosos cuerpos, largos cuellos y pequeña cabeza comenzaron a hurgar en la vegetación costera en busca de plantas flotantes, parecidas a lirios de agua que conformaban su alimento. Sus largos cuellos emulando brazos articulados de palas mecánicas, ayudaban a su pequeña cabeza a hurgar por alimento entre la vegetación flotante.

De repente un par de velociraptores -unos dinosaurios de porte mediano pero muy veloces y con fauces bien pobladas de colmillos- se acercan curiosos a la orilla de la laguna a observar atentamente a uno de los saurópodos jóvenes que podían fácilmente haber cazado, pero cuando eso ocurre, uno de los animales más grandes del mesozoico, el temible Tiranosaurus rex aparece por la izquierda, en el borde de la Laguna y, de pronto, es como si toda la escena ¡se congelara de pavor!, nadie se mueve, nadie respira, todos tiemblan a lo interno, y esa imagen del paisaje mesozoico se convierte en las páginas centrales desplegadas del libro de Geología Histórica que en cualquier momento National Geographic decidiera publicar. 

Con esa imagen en la mente, uno camina hoy día por las selvas de zapatero, mirando las grandes rocas grisáceas que afloran en las quebradas, y meditando sobre su procedencia y sobre cómo se formaron y sobre cómo es que están allí, uno no puede ni imaginarse todo cuanto ha sucedido desde esa época hasta el presente durante millones de años para terminar caminando en medio de un paisaje montañoso, totalmente distinto a la laguna costera con bosques de coníferas y estar ahora en medio de un bosque húmedo tropical poblado por miles de especies de plantas y donde ya no hay coníferas, ni mucho menos dinosaurios, y lo que más se parece a esa antigua escena es la presencia de los lagartos del género Basiliscus, unos modestos iguánidos insectívoros, parecidos a velociraptors, en forma y velocidad pero modernos, que se han especializado a vivir en la orilla de cuerpos de agua dulce y han desarrollado la habilidad de correr por sobre la superficie del agua mediante el uso de unos “flaps” o “alerones desplegables” laterales a los dedos de sus patas posteriores que al armarlos o desplegarlos, les proveen de más superficie de fricción al tiempo que con su musculatura le imprimen velocidad y muy poco peso a su veloz carrera. 

Aparte de esto son muy rápidos sobre el suelo y trepando entre las ramas de la vegetación ribereña, lo que los hace, más que anfibios, "Trifibios", porque son veloces corriendo por el suelo, por las ramas y por sobre la superficie del agua!  Tan interesante resulta esa adaptación reptiliana, que en el campo hay mucha gente que cuando los ve correr distancias sin hundirse en el agua los llama ¡Jesús! 

El otro elemento local y actual que nos conecta con el pasado Mesozóico, es la vista de uno que otro caimán de la costa, especie que se encuentra en peligro de extinción, tomando sol sobre algún banco de arena a la orilla del río Yaracuy, siempre igual, siempre lo mismo, todo ese largo tiempo, sin cambios en sus hábitos de tenderse bajo el sol, desde que los caimanes decidieron ser caimanes, hace millones de años, hasta nuestros días.

Sin duda otro tiempo, otra geografía, otra era geológica, otro clima, otro paisaje, otras plantas, otros animales y nosotros, el Homo sapiens, tratando de comprender al mundo natural y si posible y en nuestras manos estuviere procurar que continúe, pero no tieso ni inmóvil, en una vitrina o en un frasco, sino cambiando, adaptándose, evolucionando como debe ser y sólo como la naturaleza lo sabe hacer.






Sauropodos y Velociraptors
 Canvas Art - Sergey KrasovskiyStocktrek Images


Dinosaurio Saurópodo herbívoro 

Basiliscus basiliscus. Río Yaracuy, Reserva Ecológica Guáquira, Venezuela, Foto Raul León.

Escala Geológica
Archaeopterix fosilizado




Comentarios

  1. Una hermosa descripción que lleva al lector a trasladarse a esos espacios geográficos prehistóricos, e internarse fuertemente para encontrase con esos gigantescos animales que, hoy dia, están representados en los Basiliscos y el Caimán de la Costa. La Hacienda Guáquira y Oscar Pietri son baluartes de la preservación de tales espacios para el deleite de las presentes y futuras generaciones...

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  2. Saludos, tuve el privilegio de ser alumno de Geólogo Domingo Rodríguez Gallardo quien junto a Alirio Bellizia levantaron la mayoría de la información geológica de la región Lara - Yaracuy y su cartografía. El fue profesor de Geología en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto, luego de jubilarse del Ministerio de Energía y Minas.

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