Por Carlos Rivero BlancoKaren Castillo Cabello, ex alumna venezolana graduada de la Maestría de Turismo Sostenible de la UCI, en Costa Rica, que trabaja en Puerto Ordaz, me pidió consejos sobre qué hacer, porque le piden dar una charla sobre el problema de la minería como modo de vida, a los alumnos pemones de una escuela de la zona occidental del parque Nacional Canaima, que han ido abandonando su interés en trabajar en la guiatura de turismo como actividad generadora de ingreso económico, y sustituyéndola por la minerÍa de oro.
Le sugiero que trate de demostrarles que mientras el oro de las minas se acaba luego de sacarlo -y no regresa- los turistas vienen siempre y son tantos que nunca se acaban mientras el patrimonio y el atractivo del parque se conserven y se mejoren. De modo que la riqueza fácil por instantánea no garantiza un futuro feliz!
Igual sucede con los conocimientos que ellos y nosotros aprendemos en la escuela. Los conocimientos son como el aire que siempre nos rodea y acompaña y del cual respiramos todos. No como el oro, que una vez extraído de la mina y vendido, se termina y no hay más.
Yo llenaría un vaso con agua y otro sin agua -pero con aire- y donde sea posible se reúne los alumnos y se les pide que lo constaten y acepten que uno está lleno con agua y el otro con aire! Qué tal si ahora imaginamos que el agua es el oro que contiene esa mina o ese vaso? Y que el aire que ocupa el otro vaso son los conocimientos que hemos aprendido estudiando? Cuál de esos dos valores puede durar más en la vida?
Luego preguntaria: qué creen que pasaría si vierten sendos contenidos en sus manos y tratan de atajarlos y conservarlos y usarlos? Pediría que extiendan las manos y vaciaría el agua en sus manos, y el agua pasará entre los dedos de sus manos y caerá al suelo y ya se habrá gastado y se habrá terminado el contenido de oro de la mina porque el contenido de mineral de las minas es finito! Se termina! Caput!
En cambio los conocimientos aprendidos no se terminan, más bien mejoran y aumentan con el tiempo y el oro al venderlo y usarlo ya no es más! Igual pasaría con el turismo, mientras el parque o el atractivo esté allí, el turismo continuará viniendo y disfrutando de la belleza del paisaje, del cálido clima, de la luminosidad del sol, de la belleza de las plantas y animales de la selva y del agua de las cascadas que nunca se termina y siempre causa impresiones y sensaciones diferentes e inagotables y por eso valen más que el oro!
Por cierto, el vacío económico que suele ocurrir cuando en una zona minera se termina el mineral y la fuente de trabajo, a menudo ha sido ocupado por el turismo y la recreación pues las minas suelen ser transformadas en destinos turísticos luego que el mineral se agota y lo que queda en el lugar, que consiste de instalaciones, maquinarias usadas, instrumentos mineros, nuevos conocimientos y técnicas industriales e historias que contar!
Hay numerosos ejemplos: minas de pizarra agotadas convertidas en pistas subterráneas de bici cross en las que se disfruta de una temperatura muy agradable y constante a toda hora durante todas las estaciones del año! ; Minas de mercurio convertidas en museos subterráneos industriales de tecnología minera con paseos interpretativos en el tren que extraía el mineral!; Grandes minas a cielo abierto convertidas en modernos invernaderos cubiertos por domos geodésicos transparentes, conservando la humedad y protegiendo jardines y selvas tropicales, caminerías y salas de concierto como en el proyecto Edén!; o parques temáticos con distintos tipos de actividades en profundidades!; o sistemas de tirolinas y otros medios de diversión con mallas y cuerdas en lo profundo de minas abandonadas! O parques botánicos que terminan cubriendo las oquedades dejadas por la extracción de mineral en minas a cielo abierto. Una variedad de oportunidades para cambiar de vocación manteniendo oportunidades de generación de ingresos.
Catedral de Sal de Zipaquirá, Colombia
Catedral de Sal de Zipaquirá, Colombia
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Carlos Rivero Blanco Finalmente por sugerencia de Edgard Yerena, pude averiguarlo!! Luego de años de curiosidad sin frutos, pero sobre todo luego de una tele- conversación con el Dr. Francisco Delascio Chitty, mi amigo de juventud y compañero voluntario en la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle, mientras trabajábamos en los espacios más recónditos del Colegio La Salle de Tienda Honda, inmersos en una atmósfera marcada por el olor a naftalina de colección de museo, mezclado con el de alcohol Etílico al 70% y el de Formalina al 10%, aromas característicos imposibles de olvidar o borrar de la memoria olfativa, el colega Francisco, el botánico curador del herbario del Hato Piñero, así como del herbario del Jardín Botánico de Ciudad Bolívar, el mismo con quien cuando jóvenes compartimos expediciones a "las Aguaditas" bajando de la Colonia Tovar hacia el litoral de Aragua o hacia "Pekin abajo" del río Neverí, sitios tan increíbles como sus topónimos, me abrió ...
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