Janzen, D.H. 2000. Wildlands as Gardens. National Parks Magazine, 74(11-12):50-51. FORUM
Traducción por Guillermo Placci, Argentina (placciarditi@arnet.com.ar) 6 noviembre 2000
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Daniel Janzen, en Guanacaste, Costa Rica, 1973, cuando fue mi profesor en el curso Tropical Biology 73-2 de la Organización de Estudios Tropicales, OTS. Carlos Rivero Blanco.
LAS ÁREAS NATURALES COMO JARDINES
Soy un promotor de bienes raíces tropicales. También lo son los rancheros, los que planifican ciudades, y el personal de los parques nacionales. Promuevo el desarrollo de la biodiversidad y de los ecosistemas - es decir, hago biodesarrollo. Biodesarrollo sin daño. Mi objetivo es que las áreas naturales protegidas sobrevivan a perpetuidad. El biodesarrollo sin daño es la única oportunidad que tienen de sobrevivir. Esta "jardinización de la naturaleza" es reconocer a la naturaleza como una amiga, como una colaboradora, más que como un enemigo del que temer y al que hay que destruir para dar paso a la humanidad.
Las áreas naturales protegidas no son algo de temer, ni monstruos que aparecen en la noche. El área natural conservada es un jardín, donde los cultivos no crecen en líneas ordenadas y cuyo producto no viene en cajas. Sí, y para convertirla en un jardín necesitamos entenderla mucho más de lo que lo hacemos. Sus cultivos son multicultivos, tienen múltiples propósitos y múltiples usos. Pero sin embargo, es un jardín. Y la sociedad quiere jardines.
La cuestión no es si debemos manejar las áreas naturales sino cómo debemos manejarlas - ¿al azar o con la meta precisa de que sobrevivan para siempre? La mayoría de los lectores de esta revista optan por la última opción. Sin embargo, la relación de la sociedad con las áreas naturales es, en estos momentos, casi completamente accidental. Piénselo. Tenemos 10.000 años de historia haciendo que el agropaisaje funcione pero en cuanto al jardín natural estamos en el jardín de infantes. Todavía pensamos que lo mejor que podemos hacer con los recursos naturales es ponerlos en una jaula y recorrer esa jaula con un guardaparque. ¿Cuántos jardines sobrevivirán si lo único que hacemos es protegerlos? Hace mil años comenzamos a preocuparnos de que el agropaisaje fuera de alta calidad, cada sociedad a su manera, con diferentes grados de éxito. ¿Cuándo vamos a hacer lo mismo con las áreas naturales protegidas?
No hay ya naturaleza prístina que conservar. Sólo aquellos que ignoran el pasado pueden imaginar que existen ecosistemas que no han sido afectados por la humanidad. ¿El Nuevo Mundo? Aquellos cazadores de hace 11.500 años con sus magníficas flechas filosas, se llevaron los animales más grandes del continente, y con ellos, cualquier ilusión de naturaleza prístina. ¿El transparente Ojo de Agua escondido en una antigua selva a cientos de kilómetros de cualquier camino? Hagan un análisis de los organoclorados en el aire que caen en forma de niebla y se alojan en los gordos cuerpos de los moscardones. Muéstrenme un lugar que sea inmune al cambio climático global que fragmenta el oeste americano, empuja hacia arriba de nuestras montañas tropicales los bancos de nubes y derrite nuestros hielos permanentes. Todas las áreas naturales protegidas son islas ecológicas desde el punto de vista del agropaisaje y el paisaje urbano, y siempre lo serán. Aún si se les permite sobrevivir como reductos silvestres autosuficientes, que es por lo que bregamos, estos reductos se fusionarán, se achicarán, se homogenizarán, evolucionarán y se desgastarán, inexorablemente, inevitablemente y sin piedad.
Así que, amigos, ¿qué hacemos? Damos vueltas en el baile mientras la humanidad extiende sus dominios sobre las áreas naturales? ¿O vamos a dejar algunos reductos autosustentables de la biblioteca de la vida para disfrutarlos, usarlos, sentirlos, conocerlos, percibirlos?
Si eligen la última opción, más vale que empiecen a moverse. El único pequeño inconveniente es que tienen que hacerlo sin echar a perder el recurso básico. Y esto no es tan difícil como parece. La agricultura sustentable ha estado entre nosotros por mucho tiempo. Hagamos áreas naturales sustentables. Para esto necesitan desarrollo de mercado, rotación de cultivos, estaciones experimentales, subsidios, seguros, innovación, organización empresarial - y necesitan pagar sus cuentas, producir, estar abiertas las 24 horas y ser aceptadas en el conjunto de la sociedad.
Las áreas naturales protegidas tienen una misión, sobrevivir a perpetuidad. Lo que significa producir todos los productos y servicios a nivel local, nacional e internacional para las comunidades a su alcance. Y producirlos sin dañar. ¿Es imposible? Todas las fincas privadas tienen huellas. "Sin dañar" un área natural protegida quiere decir que esas huellas estén dentro de la escala diaria, semanal, anual de impactos que la naturaleza inflige sobre la naturaleza misma. Los bosques secos, las nuboselvas, las selvas de lluvia donde yo vivo en Costa Rica absorbieron al Huracán Mitch sin problemas, como lo hacen con la visita de 2.500 escolares por año, como absorben las prospecciones de biodiversidad, como lo absorben a usted y a su novia cuando observan aves. Pagaré con el 5% de la diversidad para hacer que la humanidad acepte en su seno el resto. Todas las fincas tienen caminos, casas, desagües, tierras sin cultivar. No hay nada gratis.
¿Estoy diciendo que tiene que haber reglas diferentes para las áreas protegidas que para el agropaisaje? Sí. La biodiversidad en el jardín natural vive y deja vivir. Donde hay vida, hay muerte. Los ecosistemas naturales se atacan y se destruyen entre sí. Yo trabajo es para que los dejemos hacerlo en paz. Lo que generalmente significa mucho. Lo que generalmente es complejo. Lo que generalmente significa restaurar algunas grandes áreas que recibieron un fuerte impacto humano. Lo que generalmente significa decidir cuáles grandes áreas se van a proteger y cuáles no. Y significa también tener personal altamente profesionalizado que esté totalmente a cargo de hacer lo correcto para las áreas naturales, personal que conozca los elementos que las componen y cómo estos elementos reaccionan al cambio, de la misma forma en que un hospital universitario conoce a sus pacientes.
La humanidad no va a devolver todo el planeta a la naturaleza, y cuánto más se fuerce a la humanidad a bailar al ritmo de la naturaleza en el agropaisaje y el paisaje urbano, más tratará la humanidad de levantarse y aplastarnos. Ya que no podemos vencerlos, unámonos a ellos. Y si el Caracol de ese pantano es algo que alguno de nosotros queremos desesperadamente ver sobrevivir, convirtámonos en promotores inmobiliarios de esos espacios, cerremos el trato y hagamos de su casa recién adquirida un gran reducto que le permita sobrevivir.
Es imperativo que comencemos a considerar a las áreas naturales protegidas como los jardines que en realidad son. Son fábricas de agua, centros de diversión, almacenes. Son las bibliotecas vivientes más grandes del Mundo para la investigación, el entretenimiento y los placeres estéticos. Son depósitos de carbono, biodegradadoras, recicladoras, zonas de amortiguación.
Son areneros y subibajas. Y tienen rateros, vándalos, borrachos, gente que anda a alta velocidad, y estupideces. Pero no son oro debajo del colchón para que haya que defenderlas con una pistola, siempre alguien se las arregla para entrar. ¿Cuánto interés da una hermosa finca sin cultivar? Son oro para poner a trabajar en el mercado, bajo la atenta mirada de los
propios intereses de la sociedad.
Siempre tendremos universidades, hospitales, autopistas e Internet – porque ofrecen algo único. Si queremos conservar las áreas naturales, tenemos que ponerles grandes carteles indicadores en el frente, en las puertas de los costados y de atrás que digan "Bienvenidos. Aquí se hace biodesarrollo. Vengan a caminar por este jardín. Llévense algo a casa". Tratemos al jardín natural con el respeto que tratamos al jardín de nuestro vecino. Paguemos la cuenta en el restaurant.
¿Mucha gente puede echar a perder un área natural? Claro que puede, y mucho ganado puede arruinar una pastura, y mucha irrigación puede salar una llanura. La humanidad sabe como cuidar una propiedad.
Pensemos: "proteger mediante el uso consciente". Capacitemos en el multicultivo, el multipropósito, el multiuso. ¿Las bibliotecas existen para proteger delgadas hojas de madera? No. Una biblioteca existe para ser usada. Sí, hay una sección de libros escasos que está custodiada por un bibliotecario, y hay secciones abiertas. Y hay una sección en que escolares enloquecidos arrancan las páginas de los libros en vez de usar la fotocopiadora. Pero pongámosla en Internet y sí, el personal se puede ir de vacaciones y hasta quedarse en casa a la noche. Pero más y más el insomne puede buscar y buscar en la biblioteca por Internet. Hasta hay un precio estipulado, llamado impuestos, para que las bibliotecas no se conviertan en hoteles cuando faltan habitaciones, ni las delgadas hojas de madera se quemen cuando sube el precio del gas.
Actuemos: entreguemos el área natural protegida a personal que viva, respire y comprenda que tiene una misión - integrar las áreas naturales protegidas a la sociedad para que sobrevivan a perpetuidad. El uso guiado de las áreas naturales protegidas es calculable, cognoscible y sustentable. Es convertirlas en un jardín.
Dan Janzen (djanzen@sas.upenn.edu) es Profesor de Biología de la Conservación en la Cátedra Patrimoniada Thomas G. and Louise E. Di Maura en la University of Pennsylvania y Asesor Técnico del Área de Conservación Guanacaste en el noroeste de Costa Rica (vea <http://www.acguanacaste. ac.cr> y <http://janzen.sas.upenn.edu/caterpillars/RR/rincón-rainforest.htm>).
Recibió el Premio Crafoord en Ecología y Biología Evolucionaria de la Swedish Royal Academy of Sciences en 1984 y el Premio Kyoto en Ciencia Básica de la Inamori Foundation en 1997)
Lecturas adicionales:
Janzen, D. H. "Gardenification of wildland nature and the human footprint." Science 279 (1998):1312-13.
---. "Costa Rica's Area de Conservacion Guanacaste: a long march to survival through non- damaging biodevelopment." Biodiversity 1, no. 2 (2000): 7-20.
---. "How to grow a wildland: the gardenification of nature." In Nature and human society, P. H. Raven and T. Williams, eds. Washington, D.C.: National Academy Press, 2000, pp. 521-29.
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